Esa mañana
Agatha se despertó incluso antes de que sonara su despertador, el pequeño
Gabriel no había dejado de llorar toda la noche por lo que apenas pudo dormir
un par de horas. Mientras miraba impaciente por la ventana, que daba a un
aparcamiento desde el que podía mirar su viejo Chevrolet, ya se impregnaba la
cocina con el olorcito del café que estaba ya en ebullición, se lo tomaría se dijo, y ya tenía la
maleta de Gabriel preparada para llevarlo a casa de su amiga Soledad donde le dejaría debido a que tenía que estar
muy temprano en una cita de trabajo, estaba nerviosa, era la primera vez que la llamaban para una
entrevista, puedo hacerlo se repetía una y otra vez.
Dejó a su
hijo sobre las 8.30 en casa de Sole, y fue directa a la dichosa entrevista, donde
la asistenta la llamó por su nombre: Agatha Gordillo González.
Se levantó
muy despacio, sonrió suavemente y avanzó con paso decisivo hasta la puerta.
Después de
20 minutos salió un poco desanimada, nerviosa y contrariada, todas las demás
personas que ahí esperaban su turno no pudieron evitar pensar en qué le
había pasado a ella, por qué salía de esa manera de la oficina. Nuevamente la
asistenta salió y llamó al siguiente aspirante, parecía que todo volvía a la
normalidad. Agatha ya estaba fuera del edificio, respiró hondo y buscó un
cigarrillo, necesitaba fumar, sus nervios iban en aumento, no lograba encontrar
el encendedor, pero una persona que la había visto salir, le ofreció fuego.
Ella miró
al hombre que le ofrecía el mechero, apenas podía sonreírle en agradecimiento,
él la miro y al ver que estaba muy nerviosa, le dijo:
- ¿Estás
bien? Necesitas algo.
-No gracias
-respondió ella-, estoy bien, se me pasará.
El hombre
se fue dejándola atrás pero aun así se quedó preocupado por ella. Agatha se
giró para ver a donde se dirigía el hombre y pensó en lo amable que fue, al
verlo entrar a la empresa de donde ella había salido, se imaginó que quizás
sería uno más de los que hicieran esa entrevista.
Se fue a
recoger al pequeño Gabriel, se miró en el retrovisor, vio su semblante e
intento sonreír. Buscó su móvil y vio que tenía un whasttpat donde le decía que
llevaría a Gabriel al parque toda la mañana, que después lo dejaría en su casa por la hora del almuerzo, gracias
a eso Agatha tenía toda la mañana para arreglar un poco su piso. Aunque no era
muy grande Gabriel ya movía todo y estaba recogiendo todos los juguetes.
A mediodía
Soledad y Gabriel llegaban muy animados
Almorzaron
juntas, el pequeño Gabriel después del almuerzo se quedó dormido del cansancio,
y ya en la cocina lavando los platos
Soledad se acercó a Agatha, y la miró fijamente.
- ¿Qué
tienes amiga?, No me has contado nada sobre la entrevista.
- Fue bien,
creo que tengo posibilidades que me den el trabajo.
-Que bueno,
entonces ya casi tienes trabajo.
-Imagino
que sí.
Cuando
termino de decir esta frase, escondió su rostro para que su amiga no la viera llorar.
Pero Soledad conocía perfectamente a su amiga.
-Cuéntame
todo -le dijo muy seria.
Agatha no
pudo aguantar más y comenzó a contarle a Soledad como había sido esa
entrevista.
- Ese
hombre me dijo que había visto mi currículo y que mi foto le gustó mucho, por
eso me seleccionó, cada vez que hablaba
se acercaba más a mí, me hablaba por detrás de la oreja, muy bajito, casi como
susurrando, me ponía muy nerviosa, yo estaba
sentada y él me dijo que caminara unos pasos, para verme, yo hice lo que
me pedía, se sentó en el filo de su escritorio, y desde ahí me contemplaba,
luego se volvió a acercar y me dijo que le gustaba que su personal femenino,
sea muy colaborador con él, que el trabajo estaba muy bien remunerado por lo que
muchas mujeres deseaban este empleo. Me
decía que tenía suerte que él se hubiera fijado en mi fotografía, que yo tenía
una carita muy dulce, que fácilmente podría colocarme en las oficinas centrales,
donde estaría más cómoda, y tener más beneficios extras.
Soledad
estaba cada vez más indignada con lo que le estaba contando, Agatha estaba
avergonzada, los ojos vidriosos, y siguió relatando como el hombre la había
convencido.
-Yo tengo necesidades,
tengo que dar de comer a Gabriel -dijo con lágrimas en los ojos, era una buena
oportunidad para comenzar un trabajo.
Soledad que
intuía que algo más había pasado, la abrazo y le dijo.
-No tienes
que trabajar ahí, no vayas más a esa empresa.
Agatha le
siguió contando como ese hombre cada vez se le insinuaba más, se acercaba ella y
permitía que él la tocara. Comenzó tocándole las manos, ella temblaba, pero
necesitaba ese trabajo. Él se aprovechó de su condición de poder, para
coaccionarla, ella solo se dejaba manosear por él, dándole asco su olor a
tabaco, sus manos regordetas friccionándolas y el sudor chorreándole por la
frente, su perfume se mezclaba con el olor de sus axilas, y Agatha, que ya no soportaba
más, le dijo que parase.
Soledad en
silencio y con los ojos abiertos… preguntó; ¿Y qué pasó entonces?
-No paró,
no se detuvo, me dijo que no podía hacer que él se excitara conmigo y luego
dejarlo así. Me agarró las manos fuertemente y me llevó a otra habitación, yo
no sabía si gritar, no sabía ya que hacer, me metió en el cuarto de los
archivos, la puerta era de hierro, muy gruesa, cerró por dentro y me violó, y yo
me dejé, por miedo al escándalo. Mientras me violaba, me decía que el trabajo
era mío, que yo sería suya siempre que él quisiera, que me dará todas las horas
disponibles que quiera para cuidar a mi hijo, que tendría una bonita oficina. Y
cada vez que me penetraba me seguía ofreciendo más cosas. Me amenazaba diciendo
que no solo él quedaría mal, sino que se encargaría que nadie me diese trabajo
en ninguna empresa, que acabaría con mi reputación.
Cuando
terminó de decir esto, no aguanto más, y lloró como una niña acurrucándose en
el regazo de su mejor amiga, que no dijo nada, solo la consolaba, sin decir
palabra alguna.
Después
de casi 6 meses, Agatha estaba contenta, su situación económica había
mejorado, tenía a su pequeño Gabriel en una guardería cerca al trabajo, como le
había prometido aquel hombre, siempre que deseaba salir de trabajo, por
cualquier tema relacionado con su
hijo, se lo concedían. Estaba instalada
en su nueva oficina, el precio a pagar por toda esa comodidad parecía ya no
importarle, cuando llegaba su jefe se erizaba por
completo, temblaba como un arlequín y le daban punzadas en la nuca, un escalofrió
recorría su medula espinal, hacía mucho tiempo que no lo había visto, ya habían
pasado 2 meses desde la última vez que él hiciera uso de sus derechos con
respecto al pacto que tenían. Esta vez él venía alterado, al parecer los
negocios no marchaban bien y habían tenido complicaciones con las ventas, la
miró y dijo:
-Esta vez
quiero que me acompañes a un hotel -le acercó una tarjeta y se marchó.
Eran las 9
de la noche, ella estaba en el bar del hotel esperándolo, llevaba puesto un
vestido rojo, maquillada sutilmente, cuando apareció su jefe, lo que a ella le
sorprendió es que no estuviera solo, estaba con él un hombre alto, algo mayor
bien vestido, ella se quedó helada al verlo, sentía que le subía la sangre a la
cara, los tres cenaron en el hotel, ella pensó que solo era una cena de
negocios, y así parecía. Durante toda la velada comentaron la posibilidad de
iniciar los negocios con una empresa alemana que representaba ese hombre, ella
solo sonreía sin dar opiniones, su papel en ese momento era de brindar
acompañamiento y mostrarse dulce y bella.
El hombre
se levantó de la mesa se fue al baño, y su jefe aprovechó para comunicarle lo
que ahora tendría que hacer.
-Es
importante que este hombre firme con nosotros este contrato, mejorará
enormemente las ventas, y tendremos una sucursal en Alemania. ¿Qué te parece? -le
preguntó.
-Si, muy
bien, me parece fantástico -dijo ella, algo tímida.
-Esta noche
debes tratarlo muy bien -dijo él.
A Agatha le
cambió el semblante, lo miró y negó con la cabeza.
- NO, no
puedes hacerme esto.
Él la
volvió a mirar y le dijo:
-Que más te
da, un hombre que otro hombre, mañana verás como no ha pasado nada. Acaso me
vas a decir que lo haces conmigo por amor…Esto es un negocio como lo es tu
pacto conmigo… el pequeño Gabriel ya tiene edad para ir al colegio, y no quiero
que su madre se quede sin trabajo -se levantó de la mesa e insistió- no olvides
tratarlo bien, mañana me llamará para firmar ese contrato. Eres muy guapa.
Y se fue,
dejando a Agatha sentada en la mesa.
Al día
siguiente su hijo Gabriel estaba a su lado en la cama, jugando con su
dinosaurio mientras ella lo miraba, no quería pensar en lo había hecho, no
tenía ganas de levantarse de la cama, ni deseaba atender a Gabriel, quería
quedarse en la cama todo el día, agarró su móvil y llamó a su amiga, como
siempre Soledad acudía a ella cuando Agatha la necesitaba.
-Hola
Soledad, no me siento bien, podrías llevarte a Gabriel todo el día, estoy
enferma.
Cuando
llegó Soledad la miró con mirada acusadora, no quería decir nada, veía en la
mirada de Agatha mucho dolor. Agarró la mochila de Gabriel y le dijo:
-Vámonos
nene, dejemos a la mami descansar -la miró y le dijo muy bajito- ¿Cuándo
acabarás con esto?
Sabía muy
bien que Soledad tenía toda la razón, ya era demasiado, tenía que ponerle fin,
estaba decidida, dejaría el trabajo si fuera necesario. Con la decisión tomada empezó
a mirar nuevas ofertas de trabajo, pero nadie le ofrecía todos los beneficios y
comodidades a las que se había acostumbrado
Ese día, lunes,
fue la primera en llegar a la oficina, cosa que era habitual, pero esa mañana
algo era diferente.
Cuando entró
a la empresa, vio que había mobiliario nuevo, los viejos muebles de la oficina
los estaban subiendo al camión, ahí estaba Juan Cisneros, su jefe, en cuanto la
vio, se acercó, la agarró del brazo y le dio una palmada en las nalgas. Ella se
quedó inquieta estaban los hombres de la mudanza, se sorprendió que Juan le diera esa palmada.
-Te
felicito, ha quedado tan complacido que ha mandado todo esto para ti, me acaba
de llamar y me ha pedido que te dijera que eres fabulosa. Vendrá a firmar los
contratos, ya podemos hablar de un ascenso Agatha. ¿Qué te parece Coordinadora
Protocolar en Asuntos Exteriores? Suena muy bien
Agatha se
quedó de una pieza sin saber cómo reaccionar.
-Tranquila
mujer, yo confió que saques adelante tu trabajo, además eres muy buena en lo
que tú ya sabes, ya veo a los socios de Japón y EE. UU firmando contratos con
nosotros. Además, tu sueldo se incrementará un 20 %, es una importante cifra, más
beneficios por viaje puesto que viajarás mucho, visitarás nuestras otras empresas
en toda la península. Y si deseas de vez en cuando podrías llevar al pequeño
Gabriel, si mientras trabajas lo cuida una niñera. ¿A qué es fantástico?
Agatha
llena de furia en la mirada se acercó a Juan Cisneros y sin decirle palabra
alguna le dio una cachetada, luego con lágrimas en los ojos, le dijo:
-No soy tu
puta, no aceptaré este trabajo, y no volverás a tocarme ni a coaccionarme. Eres
un asqueroso desgraciado que he permitido que me manipulase, te a provechaste
de mi condición económica para degradar mi dignidad, me has humillado, me has
denigrado y ni siquiera puedo decirte que te voy a denunciar. Acepto mi culpa, pero a partir de hoy, nunca
más me volverás a tocar, si lo haces, te juro que no me va importar nada y
contaré todo a la policía.
Salió
corriendo de la empresa y ese día ya no volvió más.
Pasaron
unas semanas, Agatha seguía en su puesto, en su oficina, ahora decorada con un
estilo más moderno, y Juan Cisneros no había ido a molestarla, ni le había
vuelto a decir nada, ya no se dirigía a ella, Agatha comenzó entender que su
situación laboral había cambiado.
Ahora siempre
tenía mucho más trabajo sobre su escritorio, tenía que entregar informes, hacer
balances, los cuales se los exigían en menos tiempo, ya no le concedían tiempo
libre para ir a ver a su hijo, en definitiva todos sus privilegios habían
desaparecido, le descontaban la mínima tardanza, y su salario demoraba en ser
ingresado hasta en 15 días, aun así, ella seguía buscando alguna otra oferta
para poder dejar ese trabajo. Había ido a unas entrevistas, pero al parecer
Juan Cisneros, daba cuenta de ella en cuanto le pedían de detalles de su
trabajo.
También en
la empresa Agatha podía sentir las miradas y las risas a sus espaldas, los
demás compañeros se empezaban a burlar de ella, las mujeres eran las más
crueles con ella, se sentía sola, sin amigas ni compañeras, sentía que todos
estaban en su contra, para la hora de comer lo hacía siempre sola, todos los
demás preferían ir a otro bar, y cuando la veían llegando, se retiraban.
Estaba
cansada de la situación, se había convertido insoportable, pero al menos ya ese
hombre, no volvería a tocarla.
Una noche
cuando se quedó a terminar un informe, salió muy tarde, y cuando ya se iba a su casa, vio a Juan Cisneros, se
escondió en su oficina, para que él no la viera, pero no estaba solo, una mujer
estaba a su lado, por lo que los observó sin que ellos se dieran cuenta de su
presencia, y vio como él le metía mano, le levantaba la falda, mientras ella
solo se dejaba, sin decir palabra alguna.
Era como
verse a sí misma, cuando fue la primera vez, no sabía si interferir, no sabía
qué hacer, sabía perfectamente como acabaría, pero calló, aguantó la
respiración, y se fue por la puerta de emergencia.
Al día
siguiente mientras ella seguía con sus problemas diarios veía como la nueva,
era consentida con privilegios que antes era de ella, miró a su alrededor, y
vio como sus compañeras la miraban con miradas acusadoras, bajo la cabeza, entendió que todos ahí sabían perfectamente
cómo se habían ganado esos privilegios, que todos ahí sabían lo que ese hombre
les hacía en la intimidad y sintió vergüenza.
Ese mismo
día cuando salió al bar a comer, se encontró a la nueva sentada sola, todos los
demás le hacían lo mismo que a ella, se compadeció de su situación y quiso hablar
con ella. Sin decirle nada acerca de lo que estaba pasando, se sentó a su lado,
e intentó ser su amiga, al menos ella no comería sola ese día. Así cada día, Agatha fue conociendo a Susana,
se hicieron buenas amigas hablaban de todo, menos de Juan Cisneros, ambas
parecían no querer tocar ese tema, aunque Agatha sabía muy bien lo que pasaba.
Un día llegando
al trabajo, dando mil vueltas para aparcar, ya no tenía el privilegio de
aparcar dentro así que estaba dando vueltas y vueltas, un coche salía, pero
Agatha ya llegaba muy tarde, le descontarían pensó, estaba nerviosa, así que en
lugar de esperar que el otro coche saliera, piso el acelerador, y sin querer,
le dio por detrás.
El choque
fue fuerte, Agatha se quedó sentada en su coche sin saber qué hacer. El otro
conductor se bajó, se acercó a Agatha.
Él ya la
había reconocido, pero Agatha no se dio cuenta que era aquel hombre hace 1 año,
el día de la entrevista.
-Discúlpeme
contactaré con mi aseguradora enseguida. Si me da sus datos…
- Tranquila
no fue nada.
Agatha se
fue dejándole su tarjeta para que la llamara, ya tenía demasiados problemas en
el trabajo, cada día tenía nuevas novedades y estaba cansada, su jefe se las
arreglaba para hacer que su trabajo fuera un infierno, y ella lo sabía
perfectamente, no sabía cuánto tiempo podría soportar esa situación, encima los
demás compañeros del trabajo cuando la miraban, se le insinuaban, o se burlaban
de ella haciendo bromas obscenas, se sentía atormentada, cuando va a parar pensó.
Cuando por
fin llegó a su oficina, encontró una notificación de despido, por reiteradas
faltas injustificadas, que eran de fechas anteriores cuando ella aún era la
amante de Juan Cisneros, con ese despido no tendría derecho al paro, su mundo
se le vino abajo.
Fue derecha
a la oficina de Juan, todos los demás en la oficina la seguían con la mirada,
entró hecha una furia y empujó la puerta de una patada, estaba realmente
iracunda, el sillón de Juan estaba de espaldas con la vista hacia los cristales.
Ella enfurecida, se acercó con fuerza, dio vuelta al sillón y ya tenía
preparada la mano para lanzarle a Juan una bofetada, cuando el sillón termino
de voltearse se paralizó al ver que quien estaba sentado en el sillón, no era
Juan, era…
-¡Tú!
¿Qué haces aquí? -dijo- No entiendo que
haces tú aquí, pero dime que está pasando. ¿Dónde está Juan?
Se puso en
pie, la miró y con calma le explicó.
- Juan no
podrá volver a hacerte daño. He sido yo quien te ha extinguido ese contrato,
Agatha sé que aún no me conoces y no confiarás en mí, pero yo te prometo que
aquí nadie se volverá a burlar de ti.
Agatha no
sabía que decir bajo esa mirada, estaba muy nerviosa, se sentó y empezó a
temblar, no quería ni mirarlo a los ojos, apenas balbuceaba.
- Pe pe,
pero…
Él comenzó
hablar.
-Te conocí
hace un año cuando saliste de una entrevista de trabajo, quizás no me recuerdes,
te ofrecí fuego, te vi muy nerviosa, ya teníamos una denuncia anónima contra
Juan Cisneros, pero no podíamos actuar hasta no reunir pruebas suficientes.
Desde ese día estoy detrás de él, juntando pruebas, adjuntando toda la
información posible para poder sustituirlo, y hace unos días una mujer volvió a
llamar, contó todo cuanto este hombre le había hecho hacer, su situación es muy
crítica y está siendo atendida.
- ¿De quién
hablas?
-Susana nos
llamó, él la golpeó porque ella se negó.
Cuando
escuchó esto, no pudo más y se puso a llorar
José se acercó
a ella y le ofreció un pañuelo.
-Cálmate,
estoy al tanto de todo cuanto te ha hecho a ti.
Agatha lo
miró con vergüenza.
- Lo sabes,
¿cómo lo sabes?
-Teníamos
que reunir pruebas por lo que decidimos colocar cámaras ocultas por toda la
empresa, y el representante de Alemania, es nuestro hombre, por eso no te pidió
nada, solo teníamos que comprobar si tu participación era voluntaria, si estabas
confabulada con él.
-Por eso
aquel hombre no me tocó en toda la noche, y no insistió ni me obligo a nada,
por eso solo me acompañó a mi casa, pero porque al día siguiente envió todos
esos regalos.
-No fue él,
fuimos nosotros para que Juan no sospechara que no había pasado nada en el
hotel. Agatha tendrás que denunciar a ese hombre, si no nada podemos hacer.
Ahora está destituido, por el momento, pero lo que te hizo a ti, se lo ha hecho
a otras mujeres, y nadie denuncia, por eso no podemos pararlo, siempre se
libra.
Agatha negó
con la cabeza: No, no puedo denunciarlo, yo también acepté ese trato de favor,
me beneficié de esa situación.
-Pero
estabas siendo coaccionada, nadie debe hacer eso, nadie debe tratar así a las
mujeres, ayúdame. Ayúdame a encerrarlo, pero solo tú puedes decidir qué vas
hacer, este fin de contrato es para hacerte reflexionar.
-No me
despidas por favor.
-No te voy
a despedir Agatha, pero tenemos que renegociar tu nuevo contrato. Te enviaré a
otra oficina, el horario será de menos horas lo que quiere decir que ganarás
menos, lo que ganabas no era lo correcto. Si no lo aceptas, te hará un despido
por fin de contrato, para que puedas acudir a la oficina de empleo.
Agatha lo
miro y le preguntó si lo del accidente de coche también estaba dentro de esta
trama, a lo que él especificó que ese golpe no estaba pensando, por tanto,
tendría que pagar la reparación de su coche.
José sonrió
y Agatha, por fin, se reía con ganas después de mucho tiempo. Él se acercó a
ella y le dio la mano.
- ¿Qué
dices, aceptas trabajar conmigo?
-Hoy es
viernes, puedo pensarlo hasta el lunes y
volvió a sonreír hecho que provocó que se le formara un hoyuelo en el rostro y
esta vez tenía la mirada iluminada, estaba contenta- Quisiera estar este fin de
semana con mi pequeño y mi mejor amiga, creo que les debo un finde de
vacaciones. Y ya el lunes si aún deseas trabajar conmigo, me reincorporaré.
José la
miró y le hizo un gesto de complicidad.
-Piensa
todo lo que te he dicho Agatha, Juan Cisneros no puede quedar impune ahora tú
tienes la solución y no estarás sola, aunque él diga lo contrario yo creo en ti
y juntos acabaremos con este tipo de personas que solo se aprovechan de la
condición de poder que tienen sobre los demás.
Agatha lo
miro y dijo muy bajito:
-Quizás la
que salga mal librada sea yo, él tiene dinero, buenos abogados, y yo no tengo
nada. Tengo miedo y vergüenza, tengo pánico a todo lo que se me viene encima,
no solo puedo pensar en mí, tengo un hijo y algún día se enterará que su madre
se vendió.
-Lo
entiendo, no volveré a pedírtelo.
José la
dejó tranquila, y salió de la oficina para que pudiera calmarse y se tomase un
tiempo para reponerse.
Pasaron
casi 6 meses, Agatha estaba tranquila, es verdad que el suelo era mucho menos,
que no tenía privilegios ni mucho menos, pero se sentía por fin que encajaba,
sus compañeros de trabajo la estimaban y nadie sabía nada de lo que ella había pasado.
Parecía que todo estaba marchando bien, cuando vio el periódico, estaba la
fotografía de Juan Cisneros y otra vez volvía el miedo que solía tenerle, no
podía ni siquiera leer el periódico, Salió corriendo del bar, estaba sudando
frío, temblando y algo contrariada, no quería saber nada, pero la curiosidad
fue mayor, así que se dirigió a la oficina del administrador, sabía que ahí
encontraría el periódico, y lo leyó. Cuando termino de leerlo, se puso a
llorar.
Todo había regresado
otra vez a su vida, nuevamente los temores, las sensaciones de pánico, pero
esta vez no podía escapar, esta vez tenía que tomar una decisión, tendría que
enfrentar su pasado, y sabía que todo cambiaría, que volverían las miradas, los
chismes a sus espaldas, las bromas obscenas, que volvería a estar presa del
pánico y las pesadillas, pero ya no podía escapar de ninguna manera de su
destino, tenía que asumir sus responsabilidades, y esta vez no daría la espalda
a Susana.
En cuanto
entró su jefe, ella muy temerosa empezó a contarle todo cuanto había vivido,
desde el primer día de la entrevista, no lo miraba a los ojos por vergüenza,
poco a poco iba relatando su encuentro con Juan Cisneros, sus ocasionales encuentros
en la oficina, y le confesaba con lágrimas en los ojos que ella era culpable de
esa situación, hasta que un día no pudo más y puso fin a esa relación de poder que
el ejercía sobre ella, contó también como la habían tratado los compañeros
de esa agencia, y como había visto a Susana ser tratada por ese hombre,
como la mujer estaba también en situación de vulnerabilidad, que era
verdad lo que ella contaba, que ahora él
se encargaba de desprestigiarla, y que esa misma suerte correría ella si denunciaba a Juan, por eso
motivo, no quiso hacerlo en su momento.
Entonces
levantó la mirada y miró a su jefe a los ojos y le dijo:
-No me
esconderé más, por eso quiero pedirle unos días, tengo que intentar ayudar a
Susana, no la dejaré sola.
El jefe
después de escucharla, se puso a su lado y le dijo:
-Eres una
mujer valiente, cuenta conmigo, cuenta con todos tus compañeros, siempre te
hemos invitado a quedarte a nuestras reuniones, recuerdas.
-Sí, pero
pensé que eran reuniones sociales. Por eso no nunca me quedaba.
-Quédate
esta tarde, luego del trabajo, te vas a sorprender.
Más
tranquila siguió trabajando hasta las 7 de la tarde, cuando todos ya se fueron,
ella esperaba en el ascensor a su jefe.
Bajaron al
sótano, nunca había estado ahí, era una sala de reuniones, casi todos sus
compañeros estaban ahí, sentados esperando al jefe.
Cuando él
llegó, inició la reunión y dio la bienvenida a Agatha, todos se presentaban,
una mujer que ella apenas veía en las oficinas, porque era la jefa de planta y
siempre la veía muy seria, se levantó y habló.
Agatha -le
dijo-, soy Marcela, y antes de trabajar aquí, fui prostituta, no me da vergüenza
decirlo, mi vida ha cambiado desde que José me ayudó a salir de mi situación, ahora
estoy agradecida y puedes contar conmigo siempre, no estás sola.
Se levantó
un hombre que siempre veía en información.
-Agatha, yo
antes era drogadicto. Maltrataba a mi mujer, quería quitarme la vida cuando
huyó de mi lado… he pasado 2 años en la penitenciaria, jamás me voy a perdonar todo
el daño que le hice a ella y a mis hijos, pero me están ayudando, ahora
trabajo, y aunque nunca los recupere, sé que están bien y eso me llena de alegría,
conmigo también puedes contar, no estás sola.
Agatha
sintió vergüenza por haber pensado que sus compañeros tenían una vida fácil.
Agradeció y pidió la palabra, para poder relatar su caso…. Pasado un tiempo ya
no lloraba, se sentía fuerte, se sentía acompañada, sentía que había liberado su
alma de una carga muy pesada, que la oprimía, cuando terminó de hablar todos la
abrazaron, se juntaron y se dieron un abrazo en grupo.
-Voy a
hacer lo que debí hacer desde el primer día, voy a denunciar a ese hombre.
Todos
aplaudieron, en la puerta del salón estaba alguien conocido para ella,
mirándola con alegría por la decisión que había
tomado. Era José, que le sonreía suavemente, lo había llamado el jefe de
Agatha, ella en cuanto lo vio se abrió paso entre sus compañeros y se acercó a
José, cuando estuvo a su lado le pidió que la perdonase por un haberse decidido
antes.
-No, Agatha
mírame, nadie puede decirte que debes hacer, eres tú quien tenía que tomar esa
decisión, yo no podía obligarte a nada.
Le dio un
abrazo, que para ella fue de amistad y de cariño. Sentía que tenía mucho que
agradecerle y a hora sabía perfectamente cómo hacerlo.
-Lo voy a
denunciar, Susana no está sola, la voy a apoyar en todo, para que este hombre
no vuelva hacer más daño a ninguna otra mujer.
No
más... repetía una y otra vez, no más…
mientras todos sus compañeros aplaudían.
FIN